Ernest Edward Mills Joyce (c. 1875 – 2 de mayo de 1940) fue un marino de la Marina Real Británica y un explorador polar, participó en tres expediciones a la Antártida durante los primeros años del siglo XX. Hijo de un humilde marinero, comenzó su carrera naval como grumete en 1891. Diez años más tarde se unió a la Expedición Discovery del capitán Scott de 1901-1904 como marinero de primera. En esta expedición causó una favorable impresión en Ernest Shackleton, que era uno de los oficiales del Discovery. En 1907 Shackleton contrató a Joyce para hacerse cargo de los trineos y de los perros en la Expedición Nimrod de 1907-1909. Después de haberse defendido bien en ese trabajo, se encargó de una tarea similar en la Expedición Antártica Australiana dirigida por Douglas Mawson en 1911, pero dejó la expedición, por razones que no están claras, antes de que partiese de Tasmania.
En 1914 Shackleton invitó a Joyce a unirse a la Expedición Imperial Trans-Antártica de 1914-1917, como miembro del grupo de apoyo llamado "equipo del mar de Ross", una vez más como responsable del trabajo con los trineos y los perros. Después de una serie de infortunios sufridos por el equipo del mar de Ross durante los años 1915 y 1916, Joyce se convirtió de facto en su líder, siendo posteriormente condecorado con la Medalla Albert por salvar la vida de tres de sus compañeros. Sin embargo, esta expedición marcó el final de la participación de Joyce en la exploración de la Antártida, a pesar de sus reiterados intentos por unirse a otras expediciones.
Durante su carrera, Joyce concitó tanto apreciaciones adversas como comentarios positivos. Su eficacia sobre el terreno en las expediciones antárticas fue un hecho ampliamente reconocido: "El bueno y viejo Joyce", escribió Frank Wild de su compañero en la crucial tarea de colocar el depósito de Minna Bluff durante la Expedición Nimrod.[1] Para muchos fue un "buen tipo y además jovial",[2] Dick Richards, miembro del equipo del mar de Ross, lo describió "con una personalidad amable y un buen amigo".[3] Por el contrario, Eric Marshall miembro de la Expedición Nimrod le consideró un hombre "de limitada inteligencia, resentido e incompatible con los demás",[4] mientras que John King Davis, al negarse a participar en la Expedición Imperial Trans-Antártica, le dijo a Shackleton: "Me niego a participar en ninguna empresa en la que personas del tipo de Joyce estén incluidas".[5] Su diario, y el libro que escribió basándose en él, han sido calificados como de auto-engrandecimiento y como el trabajo de un "fabulador".[6] El historiador polar Roland Huntford, se suma a esas opiniones al decir que Joyce era una "extraña mezcla de fraude, extravagancia y capacidad".[7]